El desarrollo económico del Perú pasa por facilitar el surgimiento de nuevos motores de crecimiento, especialmente en actividades intensivas en empleo formal y de calidad. Un instrumento vital para ello, más importante de lo que se cree, es la política de innovación.
Refiriéndose al desarrollo económico, el Nobel de Economía Paul Krugman señala que “la productividad no es todo, pero en el largo plazo es casi todo”.
Un objetivo central del Plan Nacional de Diversificación Productiva es precisamente elevar nuestra productividad, para así depender menos de los precios internacionales de las materias primas (que no controlamos), y más de variables que sí controlamos, como nuestro capital humano, nuestro esfuerzo y nuestra capacidad de innovar.
Son cuatro las principales variables que determinan la productividad: instrucción, infraestructura, institucionalidad e innovación (las “cuatro íes”). De ellas, en institucionalidad aún tenemos una tarea pendiente como país, con pocos avances en los últimos gobiernos en general. En las otras tres la situación ha sido distinta:
Instrucción: el presupuesto de educación subió de un promedio de 2.5% del PBI en 2011 a casi 4% en 2016.
Infraestructura: el porcentaje de vías nacionales pavimentadas ha aumentado de 53% a 85% (2011-2016) y 8 regiones tienen una red de fibra óptica que multiplica su conectividad.
Innovación: si bien la brecha es grande, hemos empezado a acortarla mediante un incremento sustancial de fondos, diversos instrumentos creados a través de Innóvate Perú y, por primera vez en nuestra historia, un incentivo fiscal al gasto en I+D.
El retorno social de la innovación es altísimo: por cada sol gastado el Estado recupera siete en impuestos futuros.
INNOVACIÓN Y DIVERSIFICACIÓN
La innovación y la diversificación están íntimamente ligadas. La innovación es transversal. Dentro del objetivo de diversificar nuestra economía impulsamos sectores con capacidad de absorber mano de obra, como el acuícola, el forestal, el agroexportador y otros. Innovando más ayudamos a aumentar la productividad en esos y otros sectores.
Nuestro desarrollo no pasa necesariamente por ser un Taiwán, sino por encontrar un camino propio: aprovechar nuestra biodiversidad y los desarrollos biotecnológicos en actividades donde ya contamos con ventajas comparativas iniciales. Si potenciamos esas capacidades y conocimiento, podemos llegar al desarrollo, por caminos quizá inesperados.
Como refiere Ricardo Hausmann, Finlandia, un país con abundante madera, primero se hizo bueno en máquinas de cortar madera, y luego en máquinas de cortar en general. Pero como no siempre se podía cortar a mano, se hizo bueno en máquinas automatizadas para cortar. Y luego en máquinas automatizadas en general. Y ese contexto permitió la aparición de la empresa Nokia. Su desarrollo económico no pasó por darle valor agregado a su madera sino añadiendo conocimientos en distintas etapas.
EL ROL DEL ESTADO
El Estado tiene un rol que cumplir en cerrar nuestra brecha en innovación. Hay tres razones de ello:
1. La falta de apropiabilidad. Si un innovador es exitoso, puede ser fácilmente copiado, y no apropiarse de los beneficios de su innovación. Si fracasa, pierde lo invertido. En cambio, el imitador no arriesga, y copia al innovador exitoso. Es más rentable imitar que innovar. Pero, como consecuencia, la sociedad innova poco. Algunos piensan que la solución es fortalecer las patentes, pero no todo se puede patentar. Y lo que se puede patentar es difícil de hacer cumplir.
2. Aun si las patentes funcionaran, incentivar la innovación desde el Estado genera beneficios no solo a los innovadores sino a toda la sociedad. Innovar implica combinar y contrastar ideas. El conocimiento generado se puede utilizar luego en diversos sectores. A más innovación, más investigadores capacitados y más productos nuevos y de mayor complejidad.
3. No hay financiamiento para actividades de alto riesgo pero socialmente rentables, como la innovación. Y alguien debe impulsar al sector privado para que se arriesgue a financiar.
La existencia de fallas de mercado no justifica per se la intervención del Estado. Las herramientas deben estar diseñadas para potenciar al sector privado. Los fondos públicos y privados en innovación son complementarios: aquellos países con más inversión pública para innovación, también tienen más inversión privada. En Produce, trabajamos en tres grandes áreas:
1. Red de CITE: los CITE son centros ubicados en clústeres regionales que trabajan en conjunto con el sector privado en cinco grandes tareas: I+D, transferencia tecnológica, capacitación, articulación de actores y difusión. Había solo 3 CITE, pero dejaremos cerca de 40 (públicos y privados), operando o en construcción.
2. Deducciones tributarias: aprobamos la Ley 30309, que permite a las empresas con inversiones en I+D deducirlas hasta un 175% en el cálculo del Impuesto a la Renta.
3. Fondos concursables: los centralizamos a través de Innóvate Perú. Nuestros objetivos han sido ligarlos cada vez más al sector productivo y generar más (y mejores) instrumentos, concursos, postulantes y proyectos aprobados.
El fomento del emprendimiento de alto impacto presenta un problema de coordinación: no hay capital de riesgo rentable sin un flujo de transacciones mínimo, pero tampoco hay transacciones sin acceso a capital de riesgo. Por ello, nuestras herramientas buscan aumentar tanto el número de operaciones como incentivar la formación de un mercado de capital de riesgo.
No hay posibilidad de diversificarnos seriamente sin priorizar la innovación. Hemos avanzado en los últimos años, pero es un esfuerzo de largo plazo que requiere mucha voluntad política, desprendimiento y, sobre todo, continuidad. No hay alternativa.
(Artículo publicado en el Diario Gestión el 14 de abril de 2016)
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